miércoles, 4 de mayo de 2011

Entrevista a un/a médico

Tarea Semana 2 ₪ C.P. Santa Kobe ₪ Año 55

Por Stephane Navarro.

Ay… profe... No sabía que el trabajo de entrevistador era tan difícil. Después de varios intentos e interrupciones por parte de mis hermanos menores, conseguí interrogar… digo… entrevistar a mi madre Lluvia, que es médico voluntaria.

*Stephane enciende la grabadora para no perderse detalle de las respuestas por si Ian llora, o su padre se pone a cantar una nana de fondo*

Stephane N. -Mami ¿empezamos vale?

Lluvia N. -Claro hijo, pregunta.

- ¿Por qué decidiste ser médico?
*Se hace el silencio mientras Lluvia se queda pensando unos instantes* Pues… decidí ser médico porque ya había estudiado psicología, y ver a tu tía Carlota curando pacientes me hizo pensar que si además de curarlos por “dentro”, los podía curar por “fuera” para ayudarlos completamente ¿por qué no intentarlo?  

“Mens sana in corpore sano”.

- ¿Qué se necesita para ser médico?

¡Muucha paciencia! *Ríe*

Paciencia… primero para estudiar medicina y farmacología porque son conocimientos necesarios para ejercer la profesión, y no son habilidades que se adquieran en dos días. Y después, para tratar con los pacientes porque a muchos no les gustan los médicos o las agujas o ¡ambas cosas! Es necesario tranquilizarlos antes de examinarlos para que el diagnóstico sea más certero.

Además, hay que ser amable, así el trato paciente-médico es más llevadero para ambas personas.

Eso por una parte. Por otra, se necesita material médico como son: los analizadores de sangre, las bases para medicina y las cajas de jeringuillas…

- ¿Qué  es lo mejor y lo peor de trabajar en la medicina?
Mmm… lo mejor, la capacidad de curar a tus seres queridos con tus propias manos, sin tener que esperar horas a que otro doctor les atienda. Y sacarles una sonrisa a los pacientes que has logrado curar.

Lo peor… uff… encontrarte con un paciente gruñón, o insatisfecho porque le extrajiste demasiadas muestras de sangre para su gusto antes de detectar de qué enfermedad padecía. O que protesta porque quería que le pasase consulta otro médico que por determinados motivos no se encuentra en la ciudad.

- ¿Es compatible este empleo con otros?
Sí, a no ser que decidas trabajar como médico fijo de un hospital. Pero siempre puedes apañártelas para compaginarlo con otras actividades.

- ¿Me cuentas alguna historia especial relacionada con el tema? Por ejemplo, de algún paciente cuyo caso no vayas a olvidar nunca, o que recuerdes con cariño.
Recuerdo… la primera vez que curé a un paciente, con la ayuda de tu tía Carlota. Fue la primera vez que alguien me dió las gracias por haberle curado, a pesar de sólo haber tenido que poner una inyección.

Más recientemente, el pasado Z-day, era yo quien preparaba el material, daba las instrucciones y ayudaba a otra persona a curar a su primer paciente. Lo más gracioso es que yo era, a la vez, doctora supervisora y paciente, mientras que uno de mis pacientes predilectos, tu padre Alex, desempeñó el papel de médico *Ríe de nuevo*

- ¿Cambiarías o mejorarías algo de la medicina?
Cambiaría… algunas cosas del día de los zombies. Es horrible tener que salir corriendo de la cripta para que no te vean y encerrarte en casa con llave si quieres extraer muestras del virus zombie para hacer medicinas, de lo contrario, te arriesgas a que los locos armados con jeringuillas que abundan por todo Londres te pinchen y te curen sin tu consentimiento, echando a perder tus planes de experimentar con las muestras de sangre del virus para el futuro.

- ¿Alguna vez te peleaste con otro médico? ¿Por qué?
Jajaja pelearme de llegar a las manos o discutir, la verdad es que no. Aunque más de una y de dos veces me quedé mirando mal a algún doctor que me pinchó sin previo aviso, sin que se lo hubiese pedido y encima ¡sin que estuviese enferma! 


*Stephane retoma la palabra*

- ¡Vale! Creo con esto será suficiente para la tarea ¡Muchas gracias mami!

- De nada hijo, espero que a tu profesora le guste la entrevista. Y si quieres hacerme más preguntas ya sabes que puedes.

- Sí. Siempre que Ian no se ponga a llorar, o Minerva a preguntar cosas (...).

viernes, 25 de marzo de 2011

Encajando piezas

Ahora encaja todo. Tu impaciencia por librarte de mis groupies y aprisionarme entre tus brazos. Que luego estuvieras esperando en el aparcamiento para llevarme contigo nada más que mis pies tocasen el suelo al bajarme del autobús...

Sabías qué día era y lo que eso significaba ¿verdad? Yo, sin embargo, me despisté...

Lobo malvado, me acechabas. Tenías claro cuál era el objetivo después de atrapar a tu presa y aprovechaste la ocasión sin dudarlo. Yo, ignorando el instinto del depredador, confiada al pensar que no se daría cuenta, puse a su alcance rastro, pistas y oportunidad de usar sus armas sin encontrar resistencia.

Cuando me di cuenta... ¡ay!... había sucedido y no quería mirar, no quería percibirlo a través de mis propios ojos. Ese fue mi primer pensamiento: mantener los ojos cerrados. A continuación, le siguió el impulso de matar. Sin embargo, como luego tendría que practicar mis poderes para resucitar y no estaba dispuesta a correr los riesgos de los efectos secundarios de la resurrección, decidí reprimir el deseo de asesinar. O, al menos, esperar a estar segura el tiempo suficiente antes de iniciar el derramamiento de sangre...

Así que (estresada por la presión que, personas que "no" voy a nombrar, estaban ejerciendo sobre mí para conocer el resultado) le pedí que me ayudara a verificar si realmente había ocurrido o no. Su voz me lo confirmó: código azul... ¡QUÉ? Me faltó el aire. Todavía no sé si fue por la impresión de ver mis sospechas confirmadas o porque alguien me estaba oprimiendo el pecho al abrazarme con todas sus fuerzas. Mis ganas de sesgarle la vida volvieron de súbito por unos segundos. Pero pronto se vieron atenuadas al recordar los inconvenientes de verme obligada a ejercitar seguidamente la resurrección.

Empecé a asimilar la situación con humor, y, entre mareos, a asumir las consecuencias. Al fin y al cabo, fue culpa de los dos, no sólo de él con su buena puntería. ¿O sí? ¬¬

Moraleja: No tentéis al lobo por muy despistado y olvidadizo que parezca. El j*dido tiene dientes ¡y no dudará en usarlos cuando no os deis cuenta!

¿Que de qué va toda la paranoia? Resumen: ¡Estoy embarazada! Sí, y el lobo es el culpable xD
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martes, 8 de febrero de 2011

El día del tequila

Como siempre, todo empieza con ella, como todos los comienzos de mi vida, con una simple propuesta: "juguemos". La consigna era presentarse en la subasta de citas que habían organizado en la ciudad de México para recaudar fondos; no recuerdo cual era su fin, pero sí recuerdo que acepté ese juego sin saber que mi vida correría riesgo, y uno muy alto.

Una vez anotado y puesto en subasta, pasaba los días mordiendo la ansiedad y hecho un puñado de nervios, sin tener la certeza de quién ganaría y sería mi compañera para la cena que estaba ofreciendo. No puedo negar que sentí temor al saber quién era la persona que iba ganando todas las pujas y estaba decidida a llevarse el premio: Dulce, quién ya me había amenazado en varias oportunidades, con la promesa de robarme los riñones para extender su existencia, los cuales se disputaba con mi hermana Mia, que también los quiere, aunque aún no logro saber exactamente para qué fin.

Finalmente Dulce fue la ganadora y yo, debía pagar mi deuda. No sabía exactamente en qué ciudad podríamos encontrarnos, ni que día, puesto que me cuesta mucho esfuerzo separarme de mi droga, de mi amada y debo confesar que aún hoy dependo de ella para vivir. Por esa causa, supe que el día en el que mi droga se fue de viaje, tomando con su auto la ruta Barcelona-México, sería el día en el que moriría desangrado en la mesa de operaciones de un cirujano clandestino; es decir, que acudiría a la ciudad que fuera necesario para tener la mentada cita con Dulce.

Por causas amorfas del destino no pudimos ir al restaurante que en un principio había sugerido mi captora, es decir, mi acompañante, pero terminamos en un bar extraño y lúgubre en algún lugar de Estocolmo. Después de ver la carta e intentar leerla (una misión imposible porque estaba en sueco), me preguntó qué sugería que tomáramos. "Bien, mi última bebida", pensé, aún temiendo por mi vida.

Cualquier persona que me conozca debería saber al instante cuál fue mi elección: mi querido y mejor amigo, tequila. Lo bebimos tranquilamente (la verdad es que pensé que la velada sería mucho más violenta, pero por fortuna estaba equivocado), hasta que notamos que dos tipos nos observaban. Eran blancos, muy blancos y tenían un extraño color rojo en las pupilas de los ojos y no dejaban de mirarnos.
Para sorpresa mía, la velada terminó sin ningún contratiempo, aunque yo sabía que Dulce no olvidaría que yo tenía algo que ella quería, así que me propuso un trato; si el día 44 de cada año le llevaba un tequila, me perdonaría la vida por un largo tiempo. Acepté, pero para asegurarse de que no intentaría escaparme, hacerme una cirugía de rostro, cambiar de identidad y otras cosas que la gente hace cuando su vida está en riesgo, envió a sus dos amigos del bar para que me escolten en mi gira, en las vacaciones.. en fin, todo el tiempo y en todo lugar.

Así que de una amenaza y el deseo de mi parte de conservar mis órganos en su lugar y poder seguir respirando cada día, fue como surgió el día del tequila, ese día fue fundado y ya han pasado dos años, y así espero que sigan pasando los años, estando en paz y tranquilidad los cuatro; es evidente que me refiero a Dulce, sus dos amigos matones extraño.. y yo.

domingo, 16 de enero de 2011

Accidente

Como tomar veneno y que te inyecten la adrenalina cuando estás a punto de morir. Al límite…

A veces el amor es así.

*****

Está oscuro y llueve. Conduzco mi moto por una carretera sinuosa, deseando que cese de llover para que la conducción resulte más fácil, y llegar pronto a mi destino.

En una curva, tal vez por un obstáculo que no alcanzo a ver, o por una irregularidad del asfalto, pierdo el control de la moto. Se me escapa y va, irremediablemente, a dar contra el quitamiedos.

Vehículo y conductora chocamos contra él.

*****
Estoy tumbada en el suelo, empapada. Alzo la vista y veo mi moto a varios metros de mí. No sé si ha sido tan sólo el shock o realmente he perdido el conocimiento por unos instantes. Llueve intensamente, cada vez más.

Ningún vehículo se acerca, no diviso la luz de ningún faro en la carretera. Sin embargo, no me atrevo a moverme por temor a agravar alguna posible lesión.

Llueve más y más.

Al bajar la vista al suelo me doy cuenta, horrorizada, de que estoy sobre un charco de sangre. De pronto, oigo gritar a una voz.

-¡AYÚDAME! – exclama-.
-¡AYÚDAME!- Alguien sigue gritando-.

La voz me resulta extrañamente familiar. No veo a nadie desde mi posición. Me intento incorporar. El dolor me aguijonea mientras logro clavar una rodilla en el suelo y flexiono la otra.

- Vamos… - me digo a mí misma-.

Llueve sin parar. Me miro las palmas de las manos. Entonces, al ver caer unas gotas, clavo la mirada en ellas. Eso no es agua… un momento… es…

-¡SANGRE! -grito aterrorizada-.

*****

Y sigo gritando cuando, de un salto, despierto sobresaltada en mi cama, empapada en sudor y con la respiración agitada.

Retiro de un tirón las mantas que me cubren y salgo de la cama. Me dirijo al baño corriendo descalza. Enciendo la luz. Entro. Abro el grifo y me mojo la cara un par de veces. Cojo la toalla y me seco mientras miro pensativa mi reflejo en el espejo.

-Esa voz…-susurro-.

Una idea me asalta como un relámpago. Dejo la toalla y voy a por mi teléfono móvil. Busco un número en la agenda y le doy a marcar. Acerco el auricular del teléfono a mi oreja y escucho:
“El número que usted ha marcado no corresponde a ningún cliente”.

-¡QUÉ?- exclamo mientras miro la pantalla del móvil como si él tuviese la culpa de lo que sucede-.

Tanto tiempo sin contestar mis llamadas. Tantos días sin tener noticias… algo va mal.

Son las 6 de la mañana. Me doy una larga ducha para hacer tiempo y tranquilizarme. Salgo de la ducha, me seco, me visto y me arreglo. Miro el reloj de nuevo. Son las 7, demasiado temprano. Camino de un lado a otro de la casa e intento distraerme, pero enseguida no aguanto más. Abro la puerta de la habitación de las niñas y observo que siguen dormidas. Aún dormirán dos o tres horas más y yo no tardaré tanto. Le dejo un mensaje a Alex por si acaso, y salgo de casa.

Me subo al coche y arranco. Un rato después estoy delante del portal de un bloque de pisos. Llamo al timbre de uno de los pisos.

Nada.

Insisto llamando varias veces, obteniendo el mismo resultado.

Nada.

Mientras permanezco allí, una mujer, que seguramente va a trabajar, abre la puerta de la entrada y aprovecho para colarme dentro del edificio. Me detengo ante los buzones y leo con detenimiento los letreros. El del piso que busco está vacío. El corazón me da un vuelco.

Pese a todo, decido hacer un último intento. Tomo el ascensor y subo. Una vez delante de la puerta, hago sonar el timbre hasta tres veces. Nadie responde. En mi mente se abre paso la idea de que nadie lo hará nunca.

*****

Busco en la lista de defunciones de la ciudad, empezando por las más recientes. Después de unos cuantos nombres, ahí, con fecha de dos días después de que dejase la ciudad tras el último concierto de mi grupo en Barcelona, encuentro su nombre.

Un montón de recuerdos y pensamientos azotan mi mente.

*****
Ya en el cementerio de la ciudad, después de consultarlo y buscar entre las lápidas, encuentro la suya. Me detengo delante y deposito bajo ella una rosa que he comprado por el camino. Lloro en silencio.

Todas esas llamadas sin respuesta. Todo ese tiempo sin vernos, sin tener noticias. Ahora tiene explicación.

¿Por qué no me dijiste nada? ¿Por qué no me permitiste despedirme? Sé que esas preguntas se quedarán sin respuesta. Sin embargo, ya no importa.

-Descansa en paz Paco Burdeos. Te llevaste un trocito de mi vida contigo, cuídalo bien. Ahí donde estés, espero que sepas que te quiero y que no te olvidaré.

Me seco las lágrimas y me alejo del cementerio. Los que quedan vivos me esperan.


sábado, 18 de diciembre de 2010

Sopor navideño

Me levanto más tarde de lo habitual. Me encuentro en un hotel de Copenhague. Es Navidad, pero este año no me lo parece. Es tan extraño todo. Pienso en lo que he ido viendo estos últimos días a mi alrededor: parejas que se divorcian, gente solitaria, gente triste, discusiones, silencios, alcohol, problemas… Aún sigo somnolienta mientras repaso mentalmente cada asunto.

Ahora que me siento bien con mi esposo, con mis hijas, con mi carrera, es como si parte del mundo se hubiese puesto de acuerdo para llevarnos la contraria en ese sentido. Cuando mis dedos estaban ya casi rozando el cielo, tuve que detenerme a observar mi entorno. Soy feliz, pero no puedo dejar de sentirme culpable. Culpable sin tener culpa, pues no soy el origen de los problemas del resto. Sin embargo, la misma parte de mí que me empujó a estudiar psicología para ayudar a los demás, es la que también me hace preocuparme por ellos ahora. Vigilo sus pasos, silenciosa. No quiero entrometerme, así que de alguna manera, les hago saber que estoy aquí, dispuesta a escucharles y abrazarles si lo necesitan. Pero no soy yo quien debe acudir a la llamada, no soy yo quien debe librar sus batallas. Son ellos quienes deben encontrar el camino y luchar por volver a estar en paz consigo mismos.

Las niñas ya están despiertas, impacientes por ver los regalos. Después de abrirlos,  las  preparo y nos vamos a desayunar. Terminado el desayuno, bien abrigaditas las tres, damos un paseo por la ciudad. No nos encontraremos con su padre hasta el día siguiente, en Tromsø. Lo echo de menos, ojalá estuviera con nosotras.

El resto de la mañana y la hora de la comida se pasan volando. Dejo a Allegra y Minerva con su canguro y me voy, para prepararlo todo, al club donde Elemento§ tenemos que tocar hoy. Al llegar saludo a Carlota, le felicito la Navidad y nos disponemos a hacer las pruebas previas al concierto (los regalos ya nos los intercambiaremos después). Damos el concierto que resulta impresionante para la crítica, firmamos algunos autógrafos, atendemos a los fans, y luego, de vuelta al hotel.

Ya en mi habitación miro distraída por la ventana. Hay adornos navideños por todas partes, me resultan tan absurdos de pronto. Las voces de las niñas que acaban de entrar por la puerta con Luna, la canguro, me sacan de mi ensimismamiento. Las lleno de besos, las abrazo y les pregunto qué han hecho esa tarde. Llamamos a Alex y hablamos un rato con él. Prometemos vernos en Tromsø. Sé que sonrío al colgar el teléfono, me resulta inevitable no sonreír al pensar en él.

Juego con mis dos pequeños soles hasta que toca hacer las maletas para conducir hacia la siguiente ciudad.

Divisamos Tromsø poco antes de la hora de la cena. Un bostezo se me escapa antes de abrir la puerta del coche, empañando el cristal de la ventanilla. Parpadeo, me restriego los ojos, me siento cansada y somnolienta de nuevo. ¡Menuda Navidad!

domingo, 28 de noviembre de 2010

Bienvenidos/as a PuzzleMundo

Este blog es un proyecto del que solo puede decirse por ahora que está por ver como se desarrolla :)